En Corea del Sur, existe una tradición que va más allá de la simple visita a templos antiguos. Se trata de la experiencia de pasar la noche en uno de estos lugares sagrados, sumergiéndose en la vida monástica y las prácticas budistas. En este artículo, te llevaré a través de una de estas experiencias en uno de los templos más bellos y significativos del país.
A unas dos horas de Kion, se encuentra uno de los complejos religiosos más impresionantes de Corea del Sur. A diferencia de otros templos que simplemente se pueden visitar, este ofrece la oportunidad de quedarse a dormir, permitiendo a los visitantes sumergirse en la vida y rutinas diarias de los monjes.
Al llegar, los visitantes son registrados y se les proporciona un uniforme tradicional. Las habitaciones, aunque sencillas, reflejan la vida monástica, priorizando la espiritualidad sobre el lujo. Cada cuarto es un espacio de reflexión y descanso, sin distracciones innecesarias.
Este templo, con una historia que data de más de 1200 años, ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. En su interior, se encuentra la Tripitaka Coreana, una colección de 80,000 tabletas de madera que guardan las enseñanzas de Buda. Estas tabletas son un tesoro no solo para Corea, sino para el budismo mundial.
Rodeado por bosques y montañas, la belleza del templo se magnifica por su entorno natural. Durante el día, es visitado por cientos de personas, pero al quedarse a dormir, se tiene la oportunidad única de disfrutar del templo en tranquilidad, sin multitudes.
La experiencia incluye una serie de actividades monásticas, desde rezos matutinos hasta ceremonias nocturnas. Los alimentos, estrictamente veganos, se consumen en silencio, reflejando la disciplina y respeto de los monjes. Es importante mencionar que, dentro del templo, no se permite el consumo de carne, alcohol ni tabaco.
Una de las ceremonias más destacadas es la de Los Cuatro Instrumentos, donde un enorme tambor, una campana gigantesca y otros dos instrumentos se tocan para ayudar en la meditación de los monjes. Esta ceremonia, junto con el rezo matutino, son momentos místicos que permiten a los visitantes conectarse con su interior y con la esencia del budismo.
Finalmente, el amanecer en el templo es un espectáculo que no tiene comparación. La paz y serenidad que se siente al ver el sol nacer en este lugar sagrado es una experiencia que, sin duda, marca a quienes la viven.
En resumen, pasar una noche en un templo en Corea del Sur es más que una simple estancia; es una inmersión en la cultura y espiritualidad del país. Es una oportunidad para reflexionar, meditar y conectarse con uno mismo en un entorno de paz y belleza.