El Desierto de Atacama es un lugar que desafía la lógica. En medio de su aridez, encontramos paisajes que parecen sacados de otro planeta, lagunas salinas en las que flotar es inevitable y antiguas fortalezas que cuentan historias de civilizaciones pasadas.
Al llegar, uno de los primeros lugares que nos recibe es el Valle de la Muerte. A pesar de su nombre intimidante, este lugar esconde bellezas naturales que se asemejan a las imágenes que tenemos de Marte. De hecho, hay quienes proponen cambiar su nombre a Valle de Marte. Las teorías sobre su nombre varían, desde hallazgos de restos humanos y animales hasta errores de traducción por parte de exploradores.
Mientras exploramos, nos encontramos con antiguas ruinas Atacameñas. Estas estructuras, construidas en lo alto de las montañas, sirvieron como fortalezas para defender a los pueblos de invasores. Es impresionante pensar en cómo estas civilizaciones sobrevivieron en un lugar tan inhóspito.
Pero el Atacama no solo es desierto y ruinas. El Valle de la Luna es una muestra viviente de cómo la naturaleza puede crear maravillas. Con su suelo blanco, similar a la luna, y formaciones rocosas que datan de millones de años, este lugar es un recordatorio de la majestuosidad de nuestro planeta. Y sí, tuve que probar la sal del lugar, y aunque esperaba un sabor intensamente salado, fue sorprendentemente suave.
Uno de los momentos más impactantes fue el baño en las lagunas de Baltinache. A pesar del frío intenso del agua, la alta concentración de sal hace que flotar sea una experiencia única. Y sí, el agua es tan salada que es imposible hundirse.
Finalmente, el viaje nos lleva al borde de un abismo, donde las formaciones rocosas rojas del desierto se extienden hasta donde alcanza la vista. Es un recordatorio de lo pequeños que somos en comparación con la vastedad de la naturaleza.